Durante las fiestas de fin de año 2019 aproveché un viaje a la costa atlántica para salir y correr en las madrugadas por parajes que desde la época de mi año rural obligatorio me llamaban la atención por el olor que ellas despiden en los amaneceres.
Esa primera foto la tomé a las 5:50 am en la vía que conecta Barranquilla a Ciénaga. Allí se siente el olor limpio de la brisa marina cruzado con el olor de la hipersalinidad del cáncer que sufren los manglares y que lo causa, precisamente, esa carretera que les alteró su ecosistema.
Esta otra es una foto tomada a las 5:45 am en la carretera entre Bosconia y Valledupar. Ahí siento el olor a tierra húmeda, a boñiga de vaca y el de los cañaguates en su despertar.
La tercera es una foto de 6 am, se la la tomé a Juancho, el pelícano así bautizado por los vendedores de pescado fresco en las playas frente al Hotel Irotama. Realmente Juancho había amanecido sin ganas de conversar.